Aeroplanos fumigan nuestros cielos. Disminuyen su velocidad,
planean a baja altura y se vuelven a elevar. Los cielos se espesan, las
cucarachas sobreviven, los saltamontes
dejan de saltar. Los montes se elevan en la lejanía, y en el espesor de esa
llanura, la vida desaparece silenciosamente, sin agonizar.
Los pájaros ya no pían,
los saltamontes no volverán a ver montes, pero el viento aun agita los campos,
campos ahora muertos.